Religión

Hemos realizado un trabajo sobre el significado de la película diamantes de sangra:

Entre 1991 y 2002, el Frente Revolucionario Unido (FRU) llevó a cabo una insurrección que asoló la pequeña nación de África Occidental de Sierra Leona. El conflicto creó más de 2 millones de refugiados y destruyó por completo gran parte de la infraestructura del país. Al principio, el FRU parecía luchar por los pobres de las zonas rurales del país, pero pronto perdió de vista sus objetivos fundacionales y comenzó una brutal guerra de terror contra los sierraleoneses de a pie. Quemaron aldeas, violaron a mujeres y mataron a tiros a niños. A muchos de los capturados les cortaron las manos y los pies con machetes (se calcula que hubo 100.000 víctimas de mutilación), y otros fueron obligados a trabajar como esclavos en las minas de diamantes del país. Los diamantes eran fundamentales para la supervivencia del FRU, que los intercambiaba por armas. La mayor parte de los diamantes extraídos se sacaban del país a través de la vecina Liberia, donde el señor de la guerra y posterior presidente, Charles Taylor, apoyaba a los rebeldes. Estos diamantes -diamantes de sangre, o diamantes de conflicto, como se denominan ahora los diamantes extraídos en zonas de guerra y utilizados para financiar insurgencias- acabaron llegando a los mercados de todo el mundo.

Preguntas y respuestas de la película diamante de sangre

El contrabandista de diamantes Danny Archer (Leonardo DiCaprio) y la periodista Maddy Bowen (Jennifer Connelly) trabajan en el caos de Sierra Leona. Solomon Vandy (Djimon Hounsou) es un pobre pescador. Su pueblo es atacado y su familia se dispersa. Su hijo se ve obligado a luchar por los rebeldes. Le obligan a realizar trabajos forzados de extracción de diamantes. Cuando encuentra un raro diamante rosa, piensa que es su salida.Hay algo más que blancos que vienen a arreglar los problemas de los negros. La mayor parte se debe a la poderosa actuación de Djimon Hounsou. Leonardo DiCaprio hace un extraño acento africano, pero estoy dispuesto a pasarlo por alto. Esta película tiene una gran escala. El campo de refugiados es grande. Las batallas son sorprendentemente grandes. El tema es grande. Así que es muy interesante que la mejor parte de la película sea Solomon Vandy. El único inconveniente es que la historia es demasiado grande. Es increíblemente grande. Como esto no es 007, me gusta que la historia sea más realista.

troisbis.com/blog/cual-es-la-problematica-de-la-pelicula-diamante-de-sangre/

Religión

Estamos viendo la película Diamantes de sangre:

Es la historia de Danny Archer (Leonardo DiCaprio), un ex – mercenario de Zimbabwe, y Solomon Vandy (Djimon Hounsou), un pescador Mende. Ambos hombres son africanos pero sus historias y circunstancias son completamente diferentes. Sus destinos se encuentran de pronto unidos, por una búsqueda en común para recuperar un extraño diamante rosa, una piedra preciosa que puede cambiar una vida… o terminarla.

Todo sucede durante el caos de la guerra civil que se desató en Sierra Leona en 1990.

Solomon fue arrebatado de su familia y forzado a trabajar en los campos de diamantes. Un día encuentra una piedra preciosa extraordinaria y la esconde, sabiendo que el riesgo de ser descubierto es que lo maten instantáneamente. Pero él también sabe que el diamante no sólo puede proveer los medios para salvar a su esposa e hijas de una vida como refugiados, sino también ayudar a rescatar a su hijo Dia, de un destino todavía peor como niño- soldado.

Archer se gana la vida intercambiando diamantes por armas. El se entera de la existencia del diamante escondido por Solomon, cuando está encerrado en la cárcel por contrabando. Archer sabe bien que un diamante semejante sólo se encuentra una vez en la vida, y que su valor podría permitir a Solomon salir del África y alejarse del círculo de violencia y corrupción en el cual está involucrado.

Maddy Bowen (Jennifer Connelly), es una periodista norteamericana que está en Sierra Leona para revelar la verdad sobre el comercio de diamantes, y poner al descubierto la complicidad de los líderes de esta industria. Ellos son gente sin principios, y lo único que les interesa, es el dinero.

Maddy busca a Archer como fuente de información para escribir su artículo. Sin embargo, se da cuenta que Archer la necesita a ella más que ella lo necesita a él.

Con la ayuda de Maddy, Archer y Solomon emprenden una peligrosa travesía a través del territorio rebelde. Archer necesita que Solomon busque y recupere el valioso diamante rosado. Pero Solomon busca algo mucho más preciado para él… a su hijo.

Enlace: https://www.lahiguera.net/cinemania/pelicula/2196/sinopsis.php

Religión

En religión continuamos con otro trabajo diferente de la película de la Misión:

Reflexión de la película:

En el llamado séptimo arte, hay obras que invitan a la reflexión en varios sentidos. Una de ellas es La misión, película británica (1986) dirigida por Roland Joffé. Sus protagonistas son: Robert De Niro, Jeremy Irons, Ray McAnally y Aidan Quinn. Cabe mencionar que entre sus valores, además del artístico, están el histórico y el religioso, y de este último se desprende el teológico, al menos como invitación a reflexionar acerca de la función de la Iglesia en determinados contextos históricos y sobre el ser humano en cuanto a su fe. En este artículo reflexiono brevemente acerca de cuatro protagonistas: el Padre Gabriel, Rodrigo Mendoza, el Cardenal Altamirano y los guaraníes, posteriormente anoto algunas reflexiones acerca de la misión de la Iglesia en la actualidad, a propósito de la película. Empecemos.

I

1. Padre Gabriel. Su papel es fundamental para la película, representa al sacerdote entregado a servir a Dios a través de llevar el Evangelio hasta los rincones más apartados (en este caso a los guaraníes). Un elemento base en su papel (el cual, por cierto, está basado en un personaje real de la época) es el de la defensa de la fe, la religión y —a la vez— de los evangelizados. Esto muestra el amor que hay entre la doctrina cristiana, la Iglesia, como institución, y los fieles. Me parece que el Padre Gabriel representa el sentido del jesuita del siglo XVIII (al igual que otras órdenes religiosas de los siglos XVI y XVII). Transmite un profundo valor espiritual. Sobre todo, al final de la cinta, en donde prefiere tener a Cristo por escudo y dar su propia vida como consecuencia de su fe inquebrantable.

CULTURA

2. Rodrigo Mendoza. Su papel es sui generis. Muestra de manera clara y contundente la conversión de alguien que ha cometido un pecado gravísimo, dar muerte a su propio hermano (pienso en Caín y Abel). Sus pasiones, orgullo, egoísmo, así como ansias de poder y dinero, representan —me parece— los pecados que tenemos muchos, de una u otra manera; sin embargo, permiten observar cómo es que se pueden vencer por medio de la fe. Aunque, para ello, primero tuvo que pasar por un período de aislamiento de los demás y de sí mismo. El no perdonarse lo llevó a ser un ente solitario, con una dignidad fragmentada. Esto muestra, entre otras cosas, que una condición extrema puede llevar a otra condición extrema: caer en el fondo, en la sima de la condición humana, para subir a la cima de la comunión con Cristo a través de ver al otro como prójimo. Tómese en cuenta que ese ‘otro’ en el caso de Rodrigo Mendoza era el indio que había esclavizado, por no considerarlo en su condición de ser humano. En fin, me parece que su papel muestra el perdón que podemos dar a otros, a través de perdonarnos a nosotros mismos.

3. Cardenal Altamirano. Representa el conflicto que se da entre el deber a obedecer las órdenes recibidas, en oposición a defender lo que él mismo sabía: las misiones jesuitas estaban dando frutos. Al respecto me parece que, como fieles, tenemos que obedecer lo que dicta la jerarquía: el Papa, sin embargo, en el caso del Cardenal Altamirano, se presenta la disyuntiva de manifestar lo que él veía. Creo que su papel es importante desde el sentido de la argumentación y desarrollo del sentido de la existencia de ‘la misión’, a la vez que, como en el caso de Rodrigo Mendoza, se da un conflicto entre la razón y el sentimiento.

4. Los guaraníes. Al igual que en el caso de Mendoza, lo guaraníes tienen un papel dramático, pues deben optar por la nueva religión que les muestra el Padre Gabriel en contraposición con seguir con su propia vida, a partir de las agresiones que sufren. El final es desolador: regresan a su anterior vida; sin embargo, el problema es más grande si se toma en cuenta que son los niños los que terminan por rechazar al cristianismo a causa de los eventos que vivieron. Al respecto hay que considerar que fueron testigos de la masacre que sufrió su pueblo. ¿Cómo entender a Cristo así? ¿Quiénes eran estos extranjeros (europeos) que por un lado les hablaban del amor, la comunión, la fraternidad, mientras que por otro se mostraban agresivos y los masacraban? En suma: su papel (el cual, por cierto, no es ficticio) habla de lo mucho que tenemos que trabajar para mostrar el Evangelio fuera de las contradicciones y, a la vez, dentro de las mismas contradicciones.

II

Esta película es una buena provocación respecto de ‘la misión’ de la Iglesia en nuestra época, la cual, me parece, es vital. Uso este término, «vital», en dos sentidos: primero, como algo necesarísimo para la sobrevivencia de la propagación del Evangelio; así, de <vital> se colige <vida>; segundo, como la vida misma que tiene la Iglesia dentro de un contexto cultural e histórico. En el primer caso, nótese, la vitalidad refiere a la acción; mientras que en el segundo se habla de quien realiza la acción. Así, se comprende que para llevar a cabo una acción vital se necesita a fortiori que quien realiza la acción esté plenamente vivo, y, para ello —a su vez— se requiere que se complemente con quien va a dar el mensaje.

Enlace: https://www.diariodequeretaro.com.mx/cultura/pelicula-la-mision-reflexiones-minimas-6432584.html

religión: película La misión

Hispanoamérica, siglo XVIII. En plena jungla tropical junto a las cataratas de Iguazú un misionero jesuita, el padre Gabriel (Jeremy Irons), sigue el ejemplo de un jesuita crucificado, sin más armas que su fe y un oboe. Al ser aceptado por los indios guaraníes, Gabriel crea la misión de San Carlos. Entre sus seguidores está Rodrigo Mendoza (Robert De Niro), ex-traficante de esclavos, mercenario y asesino, que buscando el perdón se hace jesuita y encuentra la redención entre sus antiguas víctimas. Después de luchar juntos durante años, se enfrentan a causa de la independencia de los nativos: Gabriel confía en el poder de la oración; Rodrigo, en la fuerza de la espada. (FILMAFFINITY)

https://www.filmaffinity.com/es/film791884.html

RELIGIÓN: EL APARTHEID

Las Naciones Unidas se han ocupado de la discriminación racial desde sus albores. El 19 de noviembre de 1946, en su primer período de sesiones, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución en la que declaraba que “está entre los intereses superiores de la humanidad el poner fin inmediatamente a las persecuciones y manifestaciones de prejuicio religioso como del que se ha dado en llamar racial”, e invitó “a los gobiernos y autoridades responsables a que actúen de acuerdo tanto con el espíritu como con la letra de la Carta de las Naciones Unidas y tomen con este fin las medidas más rápidas y enérgicas”.

La discriminación racial se convirtió en uno de los temas principales del programa de las Naciones Unidas después de que los países africanos lograran la independencia y que la masacre de Sharpeville (Sudáfrica) el 21 de marzo de 1960 sensibilizara  a la opinión pública mundial respecto de los peligros del apartheid y de la discriminación racial. En 1963, la Asamblea aprobó la Declaración sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial, germen de la Convención Internacional de 1965. La Asamblea declaró el Año Internacional de la Lucha contra la Discriminación Racial en 1971 y, a partir de 1973, y los tres Decenios de la Lucha contra el Racismo y la Discriminación Racial, así como el Año Internacional de la Movilización contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia en 2001. Las Naciones Unidas también organizaron dos conferencias mundiales contra la discriminación racial, la última de las cuales fue la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, celebrada en Durban (Sudáfrica) en 2001.

La Asamblea General, el Consejo Económico y Social y la Comisión de Derechos Humanos han dedicado miles de reuniones a debatir la discriminación racial y han adoptado cientos de resoluciones al respecto. Otros organismos de las Naciones Unidas, en particular la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), han contribuido de forma significativa a esta labor común. En la actualidad, todos los gobiernos condenan la discriminación racial y la mayoría de los Estados Miembros han derogado la legislación discriminatoria por motivos de raza. El Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, órgano de expertos independientes que supervisa la aplicación de la Convención Internacional, ha logrado persuadir a algunos gobiernos para que adopten medidas adicionales. No deben minimizarse los progresos logrados con esta labor. No obstante, en la Conferencia de Durban se observó con grave preocupación que, pese a los esfuerzos de la comunidad internacional, un sinfín de seres humanos seguían siendo víctimas de la discriminación racial. Nuevos fenómenos a nivel mundial, como el gran aumento de la migración, han tenido como consecuencia el resurgimiento de manifestaciones de racismo. La xenofobia también ha dado lugar a conflictos violentos, e incluso al genocidio.

¿Por qué la comunidad internacional, que obtuvo un notable éxito en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, no ha podido eliminar todavía la discriminación racial de la faz de la Tierra? ¿Quedan aún lecciones por aprender de la lucha contra el apartheid? Para empezar,  debe reconocerse que el apartheid fue un caso único de racismo flagrante.

El Partido Nacional, que llegó al poder en Sudáfrica en 1948, hizo del apartheid una política de Estado y propugnó la perniciosa ideología de que personas de origen racial diferente no podían convivir en igualdad y armonía. Los gobiernos sucesivos reforzaron el legado de la opresión racista contra la población que no fuera blanca (los indígenas africanos, las personas de origen asiático y los mestizos), que constituía más del 80% de la población. La liberación nacional, en lugar de los derechos humanos, se convirtió en el objetivo de la lucha contra la tiranía racista.

El apartheid era una afrenta para los países de África y Asia que estaban independizándose del régimen colonial. Esos países, que pidieron que las Naciones Unidas consideraran que la grave situación de Sudáfrica constituía una amenaza contra la paz internacional y adoptaran medidas eficaces, incluidas sanciones, para liberar al pueblo sudafricano, recibieron el apoyo de mayorías cada vez más importantes en las Naciones Unidas.

La liberación de Sudáfrica de la tiranía racista y la reconciliación nacional subsiguiente fueron fruto de la lucha del pueblo sudafricano y de las iniciativas internacionales promovidas por las Naciones Unidas durante casi medio siglo. Aunque el régimen racista minoritario fue reemplazado por un Gobierno democrático sin distinciones raciales y las principales leyes racistas se derogaron en el proceso, quedó al nuevo Gobierno la tarea de eliminar los vestigios del apartheid y sus secuelas. En la actualidad, ningún Gobierno propugna el racismo y el problema no radica en la promulgación de leyes racistas. Las víctimas de la opresión y la discriminación racial suelen ser las minorías o los que no son nacionales. La discriminación racial en países concretos se considera una cuestión de derechos humanos en lugar de una amenaza para la paz.

Aunque se hayan aprobado por unanimidad declaraciones y resoluciones de las Naciones Unidas, algunos gobiernos no han dado muestras de la voluntad política necesaria para luchar contra prejuicios ancestrales, desigualdades tradicionales o consuetudinarias, o incluso la violencia contra comunidades oprimidas. Políticos y partidos políticos incitan a la hostilidad racial, mientras autoridades públicas y funcionarios locales hacen caso omiso de la legislación nacional sobre igualdad racial. Las comunidades oprimidas siguen teniendo escasa representación en las fuerzas policiales, la judicatura, las asambleas legislativas y otros órganos decisorios. Los gobiernos son reacios a denunciar la discriminación racial en otros países, a no ser que sus propios ciudadanos sean víctimas de ella. De ahí que la opresión racista en países concretos aparezca raramente en el programa de órganos principales de las Naciones Unidas.

En el decenio de 1960 hubo un punto muerto en las sanciones contra Sudáfrica debido a la oposición de sus socios comerciales y las Naciones Unidas pusieron en marcha una campaña internacional contra el apartheid para alentar a gobiernos, organizaciones no gubernamentales (ONG) y particulares comprometidos a que aplicaran una amplia gama de medidas para aislar al régimen sudafricano y a sus partidarios y apoyar al movimiento de liberación. Escritores, artistas, músicos y deportistas, entre otros, se movilizaron en apoyo del movimiento de liberación, cuyos representantes recibieron la condición de observadores en las Naciones Unidas y participaron en la adopción de decisiones. En última instancia, la campaña contribuyó a persuadir a los principales socios comerciales para que impusieran un embargo de armas y adoptan otras medidas. Tal vez se pueda emular de alguna manera la experiencia de esa campaña en la lucha contra la discriminación racial.

Si las limitaciones de las Naciones Unidas como organización de gobiernos resultara ser un obstáculo, tal vez podrían tomar la iniciativa gobiernos que reconozcan los graves peligros de la discriminación racial y los males que conlleva. Con su apoyo, las ONG podrían poner en marcha una campaña eficaz, establecer estructuras para supervisar constantemente la evolución de la situación en relación con la discriminación y la violencia raciales y desenmascarar a quienes se beneficien del racismo o inciten a él. Una campaña mundial puede ayudar a las Naciones Unidas a encontrar la manera de examinar la situación en países concretos y adoptar medidas más eficaces que los meros llamamientos. Si la OIT y el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas pueden investigar denuncias de violación de los derechos sindicales, no hay motivo para que no se pueda investigar sin denuncia formal de los Estados Miembros la privación de los derechos de comunidades sometidas a discriminación racial.

La Comisión de Derechos Humanos, en respuesta a propuestas de países africanos y otros países, ha tomado la iniciativa de preparar estudios sobre la discriminación de las personas de origen africano, cuestión que preocupa a varios países. Tal vez sea oportuno que los países de África y el Caribe y otros países pidan procedimientos eficaces de acción, como en el caso del apartheid. Cabe recordar que el establecimiento del Comité Especial contra el Apartheid, con el mandato de promover iniciativas internacionales y presentar informes, con recomendaciones, a la Asamblea General y al Consejo de Seguridad, dio lugar a la adopción de iniciativas significativas. La experiencia del Grupo Especial de Expertos creado por la Comisión para investigar e informar sobre violaciones de los derechos humanos en el África meridional también puede servir de ejemplo al estudiar medidas a adoptar respecto de la difícil situación de los romaníes y los inmigrantes.

Durante la lucha contra el apartheid, el Comité Especial consideró que era esencial promover el establecimiento de fondos y organismos al margen de las Naciones Unidas, con la asistencia de gobiernos y ONG comprometidos, para complementar y apoyar las actividades de las Naciones Unidas, puesto que podían realizar tareas que no estaban al alcance de los órganos de las Naciones Unidas. Esa experiencia también puede servir para el presente, como ilustran los ejemplos siguientes: el Fondo Internacional de Ayuda y Defensa para África Meridional, que prestó asistencia letrada a presos políticos y mantuvo a las familias de éstos que lo necesitaban, recurriendo a vías secretas cuando el Gobierno de Sudáfrica lo ilegalizó; la Campaña Mundial contra la Colaboración Militar y Nuclear con Sudáfrica, cuyo apoyo fue crucial para aplicar el embargo de armas contra ese país, puesto que el Comité del Consejo de Seguridad no recibía información de los gobiernos sobre las violaciones del embargo; y la Oficina de Investigaciones sobre el Transporte Marítimo, que contribuyó en gran medida a vigilar la aplicación de las recomendaciones de las Naciones Unidas sobre el embargo de petróleo. La Asociación de Parlamentarios de Europa Occidental en favor de la adopción de medidas contra el apartheid y el Subcomité de las organizaciones no gubernamentales sobre la descolonización, el apartheid y la discriminación racial también hicieron aportaciones importantes.

La eliminación de la discriminación racial, arraigada durante siglos y reforzada por algunos acontecimientos recientes, no es tarea fácil. Requiere perseverancia y determinación, basándose en los logros del pasado y preparando nuevas estrategias en función de las necesidades. Esta labor debe hacerse con rapidez. El ejemplo de la lucha contra el apartheid sigue sirviendo de inspiración para ello.

ENLACE:

https://www.un.org/es/cr%C3%B3nica-onu/la-lucha-contra-el-apartheid-lecciones-para-el-mundo-de-hoy

Religión

Esta semana en religión estamos viendo la película Invictus:

Invictus viene a intervenir justo en esa empresa; recupera la historia de Nelson Mandela, líder de la liberación étnica del sur de África, Invictussus intentos una vez electo presidente para garantizar el fin del sistema de exclusión racial Apartheid y la construcción de una democracia sin discriminación por color de piel o religión. Tarea nada simple de realizar y menos de filmar. Clint Eastwood, veterano actor, productor y director de los Estados Unidos elige centrar su película en la estrategia de Mandela, interpretado por un notable Morgan Freeman, para utilizar al campeonato de Rubgy de 1995, en el cual su país era anfitrión, en pos de acercar a negros y blancos. Mandela introduce una jugada de manual de ciencia política al reapropiar los símbolos del viejo régimen racista (el himno y el equipo Springbox) para su idea de Sudáfrica sin diferencias raciales. Matt Damon, de correcto desempeño, interpreta al capitán del equipo de rugby que se deslumbra por la sabiduría y el carisma de Mandela y se compromete a intentar entender la lucha del nuevo presidente y su movimiento para anular las leyes del Apartheid (segregación en el transporte, ciudades, matrimonios, impuestos, etc.), dejando de lado su impronta de máximo exponente de valores blancos sudafricanos.

Pero como decíamos, ésta no es una tarea fácil. Hay momentos sociales muy difíciles de captar por el ojo de la cámara de un director extranjero, aún si éste tuviera una genuina vocación de representar la realidad y buenas herramientas para hacerlo. Las formas del mirar, del decir, del sentir y del representar están condicionadas fuertemente por relaciones simbólicas y materiales existentes entre los diferentes grupos sociales, y el director de cine no es ajeno a este juego social.

Invictus 2El telón de fondo de la película es la situación de segregación racial que afectó a Sudáfrica durante cuarenta años. Más conocida como Apartheid (separación en afrikáans) condensa todas las estructuras de dominación que acompañaron al nacimiento de la modernidad (aunque algunas ya son anteriores): exclusión étnica, religiosa, de género y laboral; así como las estrategias de subyugamiento para llevarlas a cabo: aparatos del Estado perfectamente ajustados para la represión, campañas de propaganda por medios masivos de comunicación, consenso activo legitimador de la «comunidad de países centrales», and last but not least: aceptación del lugar de productor de materias primas y consumidor de manufacturas industriales importadas. Sudáfrica las concentra todas. Hacer un film que aborde un momento en el cual muchas de estas estructuras están en jaque es un gran mérito, y más para alguien nacido y criado en los Estados Unidos de Norteamérica, país exportador de estas estructuras por el mundo globalizado por excelencia. El premiado y taquillero director Eastwood aborda el tema de una forma «políticamente correcta», al estilo Holywood, en la cual todo el «mundo espectador» queda conforme. ¿Todo el mundo?

¿Se puede exigir una postura militante a Clint Eastwood, ex alcalde por el Partido Republicano, a favor alguna lucha de liberación? Tal vez no tenga sentido hacerse esa pregunta. Eastwood no es Fanon. El prólogo a su película no lo escribió J. P. Sartre, pero la problemática que aborda está atravesada por los mismos sueños que Fanon describió en sus Condenados de la tierra.

Centrada en un Mandela lavado, mediático y polite, casi un Obama del sur de África, la película seguramente desilusionará a aquellos Invictus 1que pasaron media vida en las cárceles de la segregación racial sudafricana (o de cualquier región de la tierra). Sin dudas, el presidente Madiba (apodo a los pertenecientes a su tribu) no es militante del Partido Demócrata, y sus sueños de liberación son mucho más profundos que los plasmados en Invictus.

El film es prolijo, aunque reduce la complejidad y la riqueza social al nivel de los peores reduccionismos. La primera escena -la más lograda-, un largo travelling, en el cual se puede ver a los blancos-propietarios-dueños de los símbolos nacionales jugando al rugby, y en el otro lado del camino, los niños negros-desposeídos jugando al football (deporte colonial reapropiado y resignificando) y celebrando el cruce de Mandela y la comitiva presidencial por la calle que separa ambos campos deportivos y sociedades. La película deja ver algunas reapropiaciones simbólicas y resistencias al Apartheid por parte de la población negra: respeto por el único jugador negro del equipo de rugby, odio a la camiseta de los Springbox y manifestaciones de solidaridad con el equipo que enfrente al seleccionado de rugby de Sudáfrica.

El Mandela de Eastwood omite algunos de los pasajes más interesantes de la vida del líder sudafricano, como su acercamiento con la vía insurreccional armada con el Umkhonto we Sizwe, brazo armado del Congreso Nacional Africano y su viaje a la Argelia liberada. Todo relato es un recorte de la realidad, pero no estaría mal preguntarle a Clint si su invitación a la «reconciliación» no es solamente un llamado a los marginados a no tocar la celda que los oprime y a aceptar el mundo tal cual está. La cárcel de Robben Island, donde Mandela pasó dieciocho de los veintisiete años preso se erige como un lugar de memoria para que estas situaciones no vuelvan a repetirse. Invictus nos invita a todos y a todas a volver a pensar nuestra historia y las exclusiones sociales de nuestro presente.

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