LATÍN

TERENCIO:

Publio Terencio

(Cartago, hoy desaparecida, actual Túnez, 185 a.C.-?, 159 a.C.) Comediógrafo latino, el más grande después de Plauto, autor de seis comedias en verso consideradas durante mucho tiempo como modelo del latín más puro. Estudiada y analizada a lo largo de la Antigüedad, su obra tuvo gran influencia en la educación romana y más tarde en el teatro europeo como fundamento de la comedia moderna de costumbres.

De acuerdo con los pocos datos que se tienen de su vida, fue comprado como esclavo por el senador Terencio Lucano, quien le dio la libertad, el nombre y la oportunidad de introducirse en el ambiente de la nobleza romana. Se relacionó con el círculo de los Escipiones, lo cual le granjeó bastantes enemistades, y desde muy joven se dedicó a la labor literaria.


Terencio

Escribió seis comedias que fueron estrenadas entre los años 166 y 160 a.C., a pesar de la oposición inicial de sus enemigos: Andria, La suegra (de la que posteriormente hizo dos nuevas versiones), Formión, El eunuco, Heautontimoroumenos (El que se atormenta a sí mismo) y Los adelfos.

Andria (166) está pieza inspirada en dos comedias del griego Menandro; tal «contaminación» de obras diversas le llevó a una polémica con otros escritores dramáticos. En 165 presentó La suegra, que resultó un fracaso; según parece, el público abandonó el teatro para dirigirse a un espectáculo de saltimbanquis. En 163 llegó a la escena Heautontimoroumenos, cuyo éxito correspondió en parte al famoso actor Ambivio Turpion. En 161 Terencio hizo representar con fortuna El eunuco y Formión, y el año siguiente, con motivo de los juegos funerarios dedicados a Emilio Paulo, Los adelfos.

En esta misma ocasión el autor ofreció otra vez al público, y también sin éxito, La suegra, que finalmente encontró el favor en su tercera representación, llevada a cabo en los juegos romanos de septiembre del mencionado año. Terencio marchó luego a Grecia, posiblemente en 159, y allí parece haber muerto, en Arcadia, entristecido por la pérdida, en un naufragio, de un conjunto de traducciones de textos de la «comedia nueva» correspondientes a Menandro.

Las comedias de Terencio, como las de Plauto, siguen los cánones de la nueva comedia griega, con mayor profundidad psicológica en los caracteres y un tono más clásico en la presentación de la trama. La lengua utilizada es sobria y su versificación correcta, aunque poco variada. Su interés en dotar a los caracteres de mayor realismo y veracidad psicológica es en parte el motivo por el cual sus obras se acercan más al drama, en lo que tienen de contenido moral y de reflexión sobre el sufrimiento, que a la comedia del modo como era practicada por Menandro o Plauto.

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/t/terencio.htm

Latín

Plauto

(Tito Maccio Plauto; Sarsina, actual Italia, 251 a.C. – Roma, 184 a.C.) Comediógrafo latino. A pesar de que los datos sobre su vida son inciertos, se cree que trabajó en Roma durante su juventud en una compañía teatral, quizá como actor cómico, y que, habiendo ahorrado un poco de dinero, lo invirtió sin éxito en una especulación comercial. Empobrecido, se dice que trabajó como molinero mientras escribía sus primeras obras en sus ratos de ocio.


Plauto

Sus comedias comenzaron a representarse en Roma a partir del 210 a. C., en medio de un gran éxito de público, hecho que se tradujo, tras su muerte, en una abundante circulación de obras. Son más de 130 las comedias atribuidas a Plauto, aunque el crítico Varrón, en el siglo I a. C., consideró que sólo 21 eran auténticas, las mismas que han llegado hasta hoy.

Plauto se dedicó exclusivamente a la comedia, tomando como modelo a Menandro, Dífilo, Filemón y otros autores de la nueva comedia griega, que él adaptó al gusto romano y que al parecer contrastó con otras obras romanas contemporáneas, mezclando personajes y situaciones. Si bien partía de situaciones completamente convencionales, Plauto supo combinar con gran maestría la acción y el diálogo, pasando con un ritmo vivo de la intriga al retrato de costumbres, y supo imprimir a sus textos una dosis importante de lirismo y fantasía.

Enlace: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/p/plauto.htm

Latín

Tito Livio

(Patavium, hoy Padua, Italia, h. 64 a.C. – id., 17 d.C.) Historiador latino. Instalado en Roma probablemente a partir del año 30 a.C., se interesó por la retórica y escribió diálogos morales, que después dejó de lado para consagrarse a la redacción de una gran historia de Roma, Ab urbe condita libri (más conocida como las Décadas), que le valió el favor del emperador Octavio Augusto. Sólo se conservan 35 libros de los 142 que componían la obra, que cubre desde la fundación de la ciudad hasta el año 9 a.C. Pieza cumbre de la prosa latina del final del período clásico, para su composición se sirvió de archivos y de historiadores antiguos a los que rara vez cita (por lo que su obra carece de fiabilidad respecto a algunas épocas) e intercaló pequeñas reflexiones en medio de la narración, marcada por un tono épico y dramático. Livio concebía la historia desde un punto de vista moral, y, más que una obra científicamente construida, la suya es la aportación de un poeta que canta con entusiasmo el esplendor del pueblo romano. Muy admirado por sus contemporáneos, sirvió de modelo a historiadores posteriores e influyó en los poetas épicos.

enlace: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/l/livio.htm

Latín

LA ÉPICA LATINA: VIRGILIO

I. ORÍGENES Y PRECEDENTES
Se entiende por épica aquellas manifestaciones literarias de carácter narrativo que cuentan con un lenguaje solemne y majestuoso las hazañas legendarias de héroes o los orígenes míticos de un pueblo. La épica surge en las culturas primitivas vinculada con la tradición oral: son composiciones que se transmiten oralmente, generalmente con acompañamiento musical y que no tienen ni un único autor ni un texto fijo. A este estadío pertenecen las dos grandes epopeyas de la India – el Ramayana y el Mahabarhata -, y los poemas homéricos. Precisamente la enorme influencia que ejerce en toda la civilización occidental la cultura griega hace que, a partir de la Iliada y la Odisea, la épica se convierta en un género literario con características bien definidas. Surge de esta forma el poema épico o épica culta, producto de la voluntad de su autor que escoge el tema y utiliza conscientemente los recursos estilísticos a su alcance. A este último tipo de poesía pertenecen todas las obras de carácter épico de la literatura latina. En el origen y desarrollo del género épico en Roma podemos observar tres características fundamentales: influencia homérica, utilización de la historia nacional como argumento épico por su gran patriotismo e influencia de la poesía alejandrina (sobre todo en el estilo y lenguaje más erudito). El patriotismo y nacionalismo romano lleva a preferir temas más cercanos para ensalzar las gestas de Roma, utilizando la mitología y la leyenda para apoyar el nacionalismo.Las fuentes de la épica romana son la tradición épica griega (Ilíada, Odisea y Argonaúticas) y las gestas de romanos ilustres en el campo de batalla.

  1. ÉPICA ARCAICA (S.III – II a.C.)

LIVIO ANDRONICO: En su Odusia traduce por primera vez al latín o más bien hace una versión personal de la Odisea de Homero y da a conocer los poemas de Homero en Roma Esta escrita  en el verso tradicional romano,el saturnio, en lugar del hexámetro y sustituye las divinidades helénicas por latinas. NEVIO: En su poema Bellum Poenicum combina por primera vez un componente puramente histórico (las guerras púnicas) con otro mítico y legendario (el origen troyano del pueblo romano) exaltando el sentimiento patriótico y nacionalista romano por haber participado personalmente en la Primera Guerra Púnica. Está compuesto en versos saturnios. ENNIO: en sus Annales narraba toda la historia de Roma ,desde sus orígenes troyanos hasta el año 171 a.C. Utiliza, por primera vez , el hexámetro. Desde el punto de vista estilístico tuvo el mérito de crear una lengua poética latina y fue el primero en fijar la estructura y musicalidad del hexámetro épico latino. Toda su obra contiene un sentimiento típicamente romano: un gran amor y admiración por Roma y por las hazañas de sus héroes.Desde época muy temprana los autores latinos sustituyen los elementos míticos y legendarios por sus propias gestas históricas como tema de sus poemas épicos. Las primeras obras originales de género épico son epopeyas nacionales y, en cierto sentido, así se pueden considerar también los dos grandes poemas épicos que se nos han conservado completos: La Eneida y La Farsalia.
A comienzos del siglo I a. de J.C. se descubre en Roma a los poetas griegos del siglo III que, reunidos en Alejandría, habían creado una poesía mitológica erudita. De la influencia de este tipo de poesía surgen en Roma una serie de poemas narrativos extensos de tema mitológico, escritos en hexámetros. A este tipo pertenecen los «epilios» de los neotéricos y, muy especialmente, las Metamorfosis de Ovidio.


III. ÉPICA CLÁSICA (s.I a.C.) VIRGILIO, EL POETA DEL PRINCIPADO
Publio Virgilio Marón constituye una de las cimas de la literatura latina, siendo uno de los autores clásicos que ejerció en la literatura posterior una influencia más duradera y permanente. Junto con Horacio y Ovidio personifica la edad de oro que para la poesía fue la época de Augusto. Nació en una aldea cercana a Padua en el año 70 a. de J.C. y perteneció a una familia de clase media. Fue educado en Cremona y Mediolanum (Milán), estudiando con posterioridad filosofía y retórica en Roma. Murió en Brindis, el 19 a. de J.C., al regreso de un viaje a Grecia que había realizado para conocer «in situ» los lugares en los que se desarrollaba la Eneida. Fue llevado a Nápoles y enterrado en las afueras de esta ciudad. Vivió una época de profunda crisis en el mundo romano y asistió a los cambios que supuso el gobierno de Augusto, colaborando activamente y de buen grado en ellos. Aunque era persona de carácter tímido y poco comunicativo, sin embargo estaba muy relacionado con los grupos cercanos a Augusto y con el propio emperador; se sabe que, habiéndose visto afectadas sus tierras familiares por las expropiaciones llevadas a cabo por Augusto para asentar a los veteranos de las guerras contra los asesinos de César, les fueron devueltas o cambiadas por otras gracias a la intervención de Galo y Asinio Polión. Perteneció en un primer momento al «circulo de Polión», trasladándose después al de Mecenas, el gran amigo de Augusto y protector de artistas que colaboró con él en el intento de renovación de las costumbres y tradiciones romanas antiguas. Virgilio, profundamente identificado con los proyectos de Augusto, es el máximo representante de una poesía al servicio de los valores tradicionales de patriotismo y religiosidad que propugnaba el emperador. Aunque Virgilio es conocido gracias a la Eneida, ésta es su última obra. En su juventud estuvo relacionado con el grupo de poetas conocidos como neotéricos y publicó una serie de poemas de gusto alejandrino recogidos en una libro titulado Appendix Vergiliana. Entre los años 42 y el 39 a. de C. escribe la Bucólicas o Églogas: 10 poemas pastoriles donde los personajes hablan de sus amores y de sus penas. Son poemas románticos, pero artificiosos e inconsistentes, que son la primera manifestación de la poesía augústea. . Desde el 36 al 29 a. de C. trabajó Virgilio en las Geórgicas: con este poema pretende apoyar la política de Augusto tendente a restablecer, una vez acabadas las guerras civiles, los modos de vida vinculados a la labor agrícola y a la vida campesina; su intención es proponer como ideal la vida en armonía con la naturaleza, que proporciona paz y contento, aunque no esté exenta de dureza y contratiempos; la vida sencilla en el campo guiada por las virtudes romanas: gravedad, sencillez, austeridad, honestidad, amor a la naturaleza, etc., determinaron el tema de la obra, que es el campesino y sus labores. Virgilio fue un poeta admirado y reconocido ya en vida; gozó de un reconocimiento importante en todas las épocas, y es uno de los autores más influyentes en todos los momentos de la civilización occidental.

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lATÍN: RETÓRICA DE CICERÓN

No hay duda de que la aportación ciceroniana a la práctica oratoria y a la teoría retórica posee calidad y volumen suficientes para que su nombre figure en la historia de esta disciplina. Cicerón fue un brillante orador que reflexionó sobre su experiencia, y un notable teórico que elaboró una doctrina a partir de su práctica oratoria. Realizó una apasionada defensa de la Retórica concebida como «arte» históricamente determinada ‑variable, por lo tanto, en el tiempo y en el espacio‑ y como complemento inseparable de la Filosofía ‑en concreto‑, de la Lógica y de la Dialéctica. Como afirma A. Alberte,

Su figura se yergue, pues, ante la posterioridad romana como lumen eloquentiae a la par que autoridad de crítica literaria: en efecto las generaciones siguientes no sólo ilustrarán sus enseñanzas literarias con ejemplos tomados de la producción literaria de Cicerón sino que además fundamentarán sus opiniones sobre los criterios estéticos de aquél. (1992: 3).

Las obras retóricas menores

Sus obras retóricas menores, escritas entre los años 86 y 44 a. C., son De inventione (86 a. C.), De optimo genere oratorum (46 a. C.), Topica (44 a. C.) y Partitiones oratoriae (45 a. C.).

De inventione, obra de juventud, guarda ciertas analogías (tanto en los planteamientos metodológicos como en los contenidos teóricos y normativos) con su contemporánea, Rhetorica ad Herennium. Es una recopilación antológica de nociones y de preceptos seleccionados entre las obras de diferentes autores. Fue uno de los principales vehículos de transmisión de la Retórica antigua a la Edad Media. Se apoya en los principios filosóficos de Aristóteles, y hace un análisis crítico de las nociones de Hermágoras. Su contenido es fundamentalmente judicial, y explica, sobre todo, el «epiquerema», silogismo desarrollado en el que una premisa o las dos son seguidas por sus pruebas. Para él constituye el modelo del «buen argumento» (Barthes, 1970: 19).

Cicerón concibe aquí la «invención» como un ámbito genérico en el que se integran todas las demás operaciones retóricas. Presenta, también, una descripción resumida de las partes del discurso: el exordium, o introducción que capta la atención del oyente; la narratio, o enunciado de la cuestión; la partitio o divisio, enunciado de los aspectos bajo los cuales se plantea el caso; la confirmatio, o presentación de los argumentos constructivos, y la refutatio, o impugnación de pruebas contrarias. Enumera, finalmente, los recursos que sirven para suscitar ciertos estados de ánimo o para estimular determinadas pasiones, adecuadas al tipo de auditorio al que se dirige y a la naturaleza de la causa que se debate.

De optimo genere oratorum constituyó el prólogo de su traducción, hoy perdida, del debate entre Demóstenes y Esquines, titulado De Corona. Defiende que el estilo ático es el más elevado, y lo propone como modelo de estricta pulcritud y de sobria elegancia. Muestra su desacuerdo, sin embargo, con aquellos autores que creen que la perfección oratoria se puede alcanzar mediante la simple corrección: un discurso exclusivamente correcto, afirma, es demasiado frío y carece de «fuerza» y de «sangre». Finalmente, expone su ideal teórico de la traducción, que ‑afirma‑ no ha de ser tan literal que pierda el genio del idioma, ni tan libre que haga olvidar el texto original.

Topica, manual sobre lugares comunes dirigido a Trebacio, es un resumen de los Tópicos de Aristóteles y pretende ser un instrumento práctico al servicio de la actividad jurídica. Esta obra, ilustrada con ejemplos jurídicos, filosóficos y literarios, define el «tópico» como el lugar que proporciona los argumentos que convierten un asunto dudoso en creíble.

Partitiones oratoriae, manual escolar redactado en forma de preguntas y de respuestas, es un resumen breve en el que Cicerón orienta a su hijo en el estudio de la filosofía académica y en el ejercicio de la oratoria que en ella se funda. Es una Retórica elemental y esquemática en la que trata de los recursos del orador, de los componentes del discurso, de la naturaleza de las causas y de los diferentes tipos de público.

Las obras retóricas mayores

La contribución ciceroniana más importante a la Retórica abarca la trilogía formada por De Oratore (55 a. C.), Brutus (45 a. C.) y Orator (46 a. C.). De Oratore es, según la opinión de la mayoría de críticos, la obra maestra de la retórica ciceroniana. Dedicada a su hermano Quinto, está redactada en forma de diálogo y sus interlocutores principales son Licinio Craso y Marco Antonio.

Comprende tres libros dedicados, respectivamente, al orador, a la invención y a la disposición, y a la elocución. Los teóricos valoran, sobre todo, su original interpretación de la noción de historia, la importancia que concede a la «simpatía» como capacidad de identificación emocional, las agudas explicaciones sobre la fuerza persuasiva del humor, la identificación entre el bien pensar y el bien decir, el aprecio de la novedad como valor estético, la atención que presta a la cadencia rítmica, y, sobre todo, la pulcritud del estilo en que este libro está redactado.

Por la importancia que concede a la fundamentación teóri­ca, esta obra es generalmente considerada como la frontera que marca la transición entre la concepción normativa y el plantea­miento filosófico de la Retórica. Cicerón defiende que ciencia y elocuencia, conocimiento y palabra (el sapere y el dicere), son dos aspectos complementarios e inseparables de la compe­tencia oratoria. Craso, portavoz de Cicerón (en los libros pri­mero y tercero), considera que la preparación intelectual del orador que pretenda intervenir con eficacia en la vida política y social de su tiempo es imprescindible. El carácter pragmático de la Retórica hace teóricamente inaceptable la separación entre res («contenido») y verba («expresión»).

En el libro segundo, Cicerón desarrolla sus ideas sobre la inventio, la dispositio y la memoria, y, al explicar las cualidades que deben adornar al orador, expresa su preferencia por el ingenium (la predisposición innata) y por la diligentia (la atención a la causa y a sus circunstancias). Concede una importancia secundaria al conocimiento de la teoría y a la aplicación de las normas. Aquí defiende que «enseñar», «conmover» y «deleitar» constituyen los fines, no sólo de todo el discurso sino, también, de cada una de sus partes («exordio», «proposición» o «narración», «argumentación» y «conclusión»). Siguiendo a Aristóteles, reconoce la fuerza de la comicidad en determinadas situaciones oratorias.

En el tercer libro de esta obra, trata de la elocutio y de la pronuntiatio. Insiste en que el conocimiento adecuado de los contenidos (res) es tan necesario como el dominio de la expresión (verba): sólo sabemos ‑es su teoría‑ lo que somos capaces de expresar mediante palabras. Cicerón reformula en esta obra los rasgos que deben caracterizar a la «elocución» oratoria y se detiene especialmente en los elementos que constituyen el ornatus (tropos y figuras) del discurso.

Según él, el orador debe estar adornado con todas aquellas cualidades que caracterizan a cada uno de los demás profesionales de la palabra: la agudeza de análisis de los dialécticos, la profundidad del pensamiento de los filósofos, la habilidad verbal de los poetas, la memoria indeleble de los jurisconsultos, la voz potente de los trágicos, el gesto expresivo, finalmente, de los mejores actores.

Esta concepción globalizadora de la oratoria, a juicio de algunos críticos (Alberte, 1992), estimuló el desarrollo del modelo educativo que la Antigüedad transmitió a la Edad Media, en el que la Retórica ocupa el centro de las tres primeras artes liberales (entre la Gramática y la Dialéctica).

Brutus es un compendio histórico compuesto en forma dialogada en el que toman la palabra Cicerón, Ático y Bruto. Trata sobre el arte oratorio en Roma y esboza un panorama general de la elocuencia preciceroniana. Entre los antecesores de Cicerón figuran la mayoría de los políticos principales de la Roma republicana, quienes, como es sabido, fueron grandes oradores. Sobresalen de manera especial Escipión Emiliano, Gayo Lelio, Servio Sulpicio Galba, Cecilio Metelo Macedonio, Tiberio y Cayo Graco; más tarde, Marco Antonio y Licinio Craso ‑los interlocutores principales del De Oratore‑ Cayo Aurelio Cota, y el gran Hortensio.

Cicerón, acusado de hablar al modo «asiático», hace una valoración de más de doscientos oradores griegos y latinos utilizando como criterios de análisis los cinco cánones de la oratoria, las tres funciones del orador ‑persuadir, agradar y conmover‑ y los tres tipos de estilo ‑sencillo, medio y sublime‑.

El Orator es una obra clave para el conocimiento histórico de la teoría de la prosa y del ritmo. Está escrita en forma de carta dirigida a Bruto, y en ella Cicerón prosigue la polémica entablada con los aticistas. Reconoce que su ideal de orador perfecto ‑que domine por igual todos los géneros y los estilos‑ no ha existido nunca, pero admite que la imitación es una tarea siempre perfectible.

Aunque dedica cierta atención a la «invención» y a la «disposición», la mayor parte de este libro se ocupa de la «elocución». Partiendo de la interrelación que se establece entre las tres funciones del orador ‑enseñar, agradar y mover‑ y de la consideración de los tres niveles del estilo ‑sencillo, medio y sublime‑, Cicerón propone la dimensión estética del discurso como el principio unificador de toda su elaboración (Murphy [ed.], 1988: 193).

El orador ha de probar, deleitar y conmover según aconsejen las circunstancias, y debe, sobre todo, manejar con soltura los tres estilos. Debe, finalmente, poseer conocimientos precisos de Filosofía, de Derecho y de Historia, y ha de dominar las reglas esenciales de la Retórica. El plan de la obra es binario: exponer lo que el orador debe decir -«invención» y «disposición»- y el modo cómo debe decirlo -«elocución» y «acción»-.

Creemos que la aportación más valiosa de Cicerón, hábil orador y prestigioso profesor de Retórica, estriba más en los ejemplos de sus discursos y epístolas (Rhetorica utens) que en sus tratados teóricos (Rhetorica docens). Contribuyó decisivamente a «desintelectualizar» y a «romanizar» la Retórica (Barthes, 1970) y, sobre todo, a ampliar y a profundizar su objeto.

Para Cicerón, la Retórica, más que una ratio dicendi es una forma de sabiduría y un arte de pensar, y sostiene que, en sus inicios, Filosofía y Retórica se complementaban: la primera era omnis rerum optimarum cognitio, la segunda iis exercitatio. A su juicio, el orador ideal es aquél que es capaz de tratar sobre cualquier tema de forma sabia y elocuente, a la vez que con dignidad y moderación.

El mérito de Cicerón quizás consista en la fuerza con que defendió la reintegración de la Retórica en la Filosofía (González Bedoya, 1990, I: 81). En consecuencia, según el sistema ciceroniano, el estudio de la Retórica se convierte en un curso de las artes liberales.

Si bien Cicerón no trata directamente de la poesía, sí hace referencia a la «elocución» del poeta. Teniendo en cuenta que, a su juicio, la poesía tiene una finalidad exclusivamente «deleitosa», entiende que los rasgos característicos de la elocución poética son de índole formal: el ritmo y las figuras. Considera al poeta inferior al orador. Pese a todo, muchas de las cuestiones que aborda en sus propuestas sobre Retórica (especialmente la teoría de los tres estilos y su noción del decorum) están presentes en las teorías poéticas medievales.

ENLACE:

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Latín

Esta semana en latín hemos dado la lírica de Horacio:

Biografia de Horacio

LÍRICA

Características del género lírico:

El género lírico surge en Grecia. Se denomina de este modo ya que proviene de la palabra griega lyros, pues los poetas griegos cantaban sus poemas acompañados de una lira (instrumento musical de cuerda). Sin embargo, cuando este género se instaura en la literatura latina deja de cantarse, perdiendo en el recitado incluso el acompañamiento musical proporcionado por la lira.

La lírica, género que se desarrolla en Grecia y, desde finales del siglo II a. C. en Roma, es un tipo de poesía de carácter intimista y subjetivo que presenta las emociones y los sentimientos sinceros de los poetas. En su adaptación latina, la lírica un gran nivel de perfección formal en cuanto al lenguaje utilizado así como la gran variedad métrica y estrófica que presenta. A partir del segundo tercio del siglo I a. C., aparece en Roma una corriente reaccionaria que rechaza el objetivismo y la solemnidad de la poesía tradicional, abogando por el subjetivismo. A los poetas que desencadenan este cambio se les llama poetae novi, grupo de poetas que toma como referencia a los líricos griegos, sobre todo a los autores alejandrinos. Sus creaciones son intimistas, breves y muy cuidadas, ya que buscan la belleza a través de la perfección en el uso y colocación de palabras, la métrica, etc. El autor que más destaca, dentro de este grupo, es Catulo.

Debemos destacar el subgénero elegíaco el cual, más que por la temática que trata, se distingue por la métrica que utiliza, pues está compuesto en su totalidad por puros dísticos elegíacos (resultado de la combinación de un hexámetro y un pentámetro dactílico).

HORACIO

Vida

Quinto Horacio Flaco (65 a. C. – 8 a. C.) nace en Venusia, una ciudad de la región de Apulia. Era hijo de un liberto, por lo que pudo acceder, no sin gran esfuerzo de su familia, a una buena educación en un primer momento en Roma y más tarde en Atenas, donde entra en contacto con el pensamiento epicúreo.

Tras el asesinato de César, se une a las filas del ejército republicano encabezado por Bruto. Tras la derrota en la batalla de Filipos (42 a. C.) por las tropas de Octavio y Marco Antonio, regresa a Roma bajo la amnistía que decreta Octavio. A su llegada a la ciudad recibe la noticia de que su padre ha muerto y todas sus propiedades están confiscadas. Consigue abandonar su situación de pobreza gracias a un trabajo como escribano de un cuestor. Además, con ese trabajo pudo practicar su arte literario. Con el paso del tiempo, se gana el respeto de sus compañeros literatos. Tanto es así que Virgilio le presenta a Cayo Mecenas, el que acaba por convertirse también en su propio amigo y quien era consejero y amigo del mismo Octavio Augusto.

Obra

Horacio cultiva dos géneros, la lírica y la sátira. Horacio se caracteriza por la búsqueda de la perfección formal y la moderación al tratar sus temas. Tiene gran influencia sobre los poetas del Renacimiento, destacando en España Garcilaso de la Vega y Fray Luis de León, que recogen tópicos como carpe diem, beatus ille, aurea mediocritas, non omnis morior, dulce et decorum est pro patria mori.

Los epodos, compuestos entre 40 – 30 a. C.,son 17 poemas breves de temática variada, compuestos a imitación del griego Arquíloco, donde censura y satiriza personajes tipo: usureros, poetastros, amantes infieles… También ataca la avaricia y la ambición. Aún así, hay cabida en el poemario para un canto a la amistad de Mecenas y para alabar la vida retirada en el campo (beatus ille).

Las sátiras, escritas en hexámetros dactílicos, muestran la fuerte censura que Horacio mostraba hacia las bajas pasiones y defectos humanos, mostrando su pensamiento moderado.

Las odas (Carmina), compuestas entre 30 – 23 a.C., son una obra de madurez compuesta por cuatro libros y un total de 104 poemas. Su temática es variada, así como también lo es su métrica. En estas composiciones se puede entrever su línea de pensamiento moderado, influenciado por el epicureismo. Es por este motivo por el cual en las odas nos encontramos un resumen de sus ideales: el conformarse con poco (se aparta de la ambición que caracteriza al ser humano), la fugacidad de la vida, el aprovechamiento del presente, huir del bullicio para centrarse en uno mismo… El tema del amor se trata, de igual modo, de una manera tranquila y sosegada, lejos de las pasiones sin control que se muestran en la poesía elegíaca. En el cuarto y último libro aparece un poema utilizado como propaganda de la Roma de Augusto, encargado por este mismo, para que fuera recitado en los Ludi Saeculares, de ahí su nombre, Carmen Saeculare.

Las epístolas, cartas escritas en verso, recogían un contenido didáctico dividido en dos libros. El primero trataba sobre la sociedad romana del momento, mientras que en el segundo destaca la Ars poetica, en la que explica su teoría literaria, recogiendo los géneros literarios y las formas de composición.

Fuente: https://sites.google.com/site/avemagistra2bach/lirica-horacio